España es un país al que más de una vez se le ha considerado el ‘tonto’ de la clase europea: solamente saca buenas notas en religión y deporte. Pero ojo, porque según el último barómetro del CIS, por primera vez se constató que los ateos, agnósticos o no creyentes (29%) superaban a los católicos (22.7%); así que por suerte, sí, nos sigue quedando el deporte, y vaya que si lo hace.

Cada noche, cuando el sol se esconde tras el horizonte y las multitudes cesan sus rugidos en los recintos y estadios, el deporte y el periodismo se funden en una vorágine de emoción y controversia, culpables de confeccionar los nuevos argumentos en las barras de bar, oficinas o casas de las familias españolas al día siguiente.

Así es, el deporte en España es una incómoda piedra en el zapato para sus detractores. No el deporte como actividad física, abanderada del estilo de vida fitness, sino, stricto sensu, como una religión que tantos devotos concentra en nuestro país. No hay más que ver cómo Marca barre a cualquier otro medio de comunicación si comparamos lectores diarios. Y, por supuesto, si el deporte le dio el ‘sorpasso‘ a la religión en España convirtiéndose en la principal fe de sus habitantes, el fútbol es su deidad más invocada, como pasa en más de una región en el mundo, y si no, que prueben a mencionar a Maradona en Argentina e Italia.

  • Construcción de héroes y villanos

Independientemente de su naturaleza, la prensa deportiva es una tejedora de historias, narrando los triunfos y las derrotas de los equipos con una pasión que trasciende las páginas. Los titulares audaces y las crónicas detalladas esbozan imágenes en la mente de los lectores, llevando más allá de las gradas, directamente a los corazones, el frenesí del juego.

El periodismo deportivo también ha tenido el rol de encumbrar a jugadores, considerándolos más que atletas, son héroes míticos o villanos despiadados, dependiendo de a quién le preguntes. Messi y Ronaldo fueron el vivo ejemplo de ello: dos iconos cuyos movimientos fueron diseccionados por los comunicadores como versos de un poema épico. Un enfoque que, naturalmente, ha creado figuras literarias en tiempo real, donde los astros se han postulado como los personajes de una epopeya moderna, tanto para las generaciones más jóvenes, como para las veteranas.

  • La prensa, trampolín de emociones colectivas

Pero ese poder intrínseco de los periodistas no pasa solo por glorificar victorias, como las gemas del infinito en manos de Thanos, son capaces de lo peor, y de lo mejor. La toxicidad, el sensacionalismo y el odio que generan los medios promoviendo tormentas de debates son manchas en un historial que, a decir verdad, tiene más luces que sombras.

Luces que corresponden a la otra cara de la moneda. En efecto, no se le pueden negar a la prensa deportiva sus propias medallitas. Su buen hacer en la cobertura de eventos y perseverancia provocó que, por ejemplo, en 2010 el corazón de España, con la consecución de la Copa del Mundo, latiese más fuerte al estar tan unida. Las palabras de los periodistas pintaron un cuadro de éxtasis y gloria que resonó en toda la nación, demostrando que fueron capaces de elevar el espíritu nacional a su punto álgido. Por desgracia, sí, esa fue la última vez que se respiró un aroma de unión en las calles españolas, como en un catenaccio italiano. Así que ese tanto hay que apuntárselo al periodismo deportivo.

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