La vida que llevamos las nuevas generaciones está muy lejos de lo que vivieron nuestros abuelos. Un claro ejemplo de cómo la vida ha cambiado de forma drástica en los últimos 50 años. Estos constantes cambios han alcanzado todo cuanto nos rodea, incluido el periodismo.

Redes sociales como Instagram han supuesto un punto de inflexión en la forma de comunicación. La unidireccionalidad ha muerto para dar paso a la interacción entre medios y espectadores.

Las redes sociales se han convertido en un enorme chat en el que todos tienen algo que decir. Periódicos como Marca publican jugadas polémicas, fichajes de jugadores o declaraciones de todo tipo haciendo que todos sus seguidores se vuelquen en dar sus opiniones.

El streaming de Twitch, por su parte, abre al mundo una nueva forma de informar, dando lugar a un nuevo espacio en el que los espectadores más jóvenes no solo se sienten más cómodos, si no que también, se sienten parte de ese partido que están viendo con tanta emoción.

Estas nuevas formas de comunicar han propiciado un aumento de la competencia que obliga a los medios tradicionales a diversificar y adaptar su oferta a las nuevas necesidades que presentan los espectadores y a encajar en unos medios nuevos, en los que mandan los espectadores.

Dentro de la vorágine de comunicación en la que nos estamos viendo inmersos el periodismo evoluciona hacia un nuevo punto que aún está por definir.

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