«World Champions of what?«, una pullita compuesta de 4 palabras y un autor, Noah Lyles, que no dejó indiferente a nadie cuando la escupió en rueda de prensa. La nueva imagen mundial del atletismo desató la polémica en Estados Unidos en agosto cuando dejó caer un bombón de licor que provocaría el atragantamiento de multitud de estrellas de la NBA. Con esto, el joven corredor quería abrir un melón que parecía llevar años almacenado en su cerebro: ¿Por qué los campeones de la NBA se consideran ‘del mundo’ cuando es una liga nacional como su propio nombre indica (National Basketball League)?

Los egos de las estrellas que residen en el ecosistema de la mejor liga del mundo de baloncesto no tardarían en salir a la luz. Y es que, aún soltando una verdad como un templo, Lyles se granjeó la animadversión de centenares de miembros de la élite del baloncesto. Sin embargo, el Real Madrid, el pasado martes al sepultar a los Mavericks, volvió a darle la razón al atleta.

Que sí, que ya sabemos que los Mavericks no son campeones de la NBA, de hecho, llevan años sin oler Playoffs. Pero hombre, al César lo que es del César. En el baloncesto que se respira por Europa, donde el sonido del balón resuena como una sinfonía y los destellos de genialidad iluminan las noches de Euroliga, el Real Madrid es toda una constelación de habilidad y delirio, una fuerza titilante en el universo del baloncesto internacional.

El Real Madrid gana a un equipo de la NBA por segunda vez en su historia
La leyenda madridista, Sergio Llull, durante el partido contra los OKC Thunder en 2016.

Naturalmente, los mejores baloncestistas compiten al otro lado del charco, como Shaq en los ‘2000, es algo contra lo que no se puede luchar. Pero en Europa se tiene el frenesí, la pasión, el empuje, la tensión y a la vez el relax de tener, posiblemente, el baloncesto más competitivo. Y el Madrid, como en el fútbol, es el director de la orquesta, ya que, se dice pronto, pero es la tercera estocada que le mete el conjunto blanco a los bravos equipos de la NBA.

No pudo el dos veces MVP, Russell Westbrook con sus Thunder en 2017; tampoco lo hicieron los ‘Euroraptors‘ de Bargnani, Calderón y Garbajosa una década antes. Y, ahora le ha tocado sufrir la furia madridista a los suplentes de los Mavs. Sí, suplentes, porque Irving y Doncic ni se atrevieron a saltar al parqué. No, de verdad… bromas aparte, el Madrid volvió a bailar en la cancha con la más guapa, la NBA, esta vez bañado en una elegancia y confianza que dejaron boquiabiertos incluso a los críticos más acérrimos.

El Madrid-Mavericks no fue solo un partido; fue un cuento de hadas tejido con hilos de sudor y determinación. Fue un recordatorio de que el baloncesto, más que un juego; es un arte, una expresión de la perseverancia. En palabras de su Majestad, Michael Jordan, «el talento gana partidos, pero el trabajo en equipo y la inteligencia ganan campeonatos». Algo que, de alguna manera lleva tatuado el Real Madrid, cuya historia se circunscribe a miles de momentos demostrando una armonía y una grandeza sin precedentes en los anales del deporte.

En definitiva, en la capital se percibe una sinfonía deportiva que vuelve a poner sobre la mesa el eterno debate de si existe tanta diferencia entre el baloncesto del viejo continente y el de Norteamérica. El Real Madrid ha vuelto a reavivar un tema que, echando un vistazo a su historia, es difícil de negarle fue su pertenencia a la élite del baloncesto, que, en contra o no de su voluntad, la NBA se niega a soltar. Ahora bien, a todas la estrellitas que saltaron contra Lyles, ¿por qué no jugáis un Mundial de clubes contra los mejores equipos de Europa? Quizás la sorpresa sea mayúscula, y si no, que se lo pregunten al USA Team en los últimos mundiales… ¡ay! tanto talento y luego….

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